10 de enero de 2012

Perdido en el Desierto de Reynosa

El desierto de Reynosa está en el noreste de la República Mexicana. Ahí estuve perdido un rato y saqué la enseñanza que en esta ocasión comparto.

Por qué fui a Reynosa

En Reynosa (ciudad fronteriza al norte del Estado de Tamaulipas, México), muy fuera de la ciudad, se iba a constituir un parque industrial. Como urbanista iría a checar el terreno para esas instalaciones y prever cosas que fueran de mi competencia: estadística de las personas que trabajarían en el futuro y las exigencias de servicios (de equipamiento urbano y servicios públicos y semiespecializados) que requerirían, también me mandaban (cosa que pasaba muy frecuentemente en esa oficina donde trabajaba) como sucedáneo (sustituto) de geógrafo (cosa que nunca me ha molestado, porque prefiero que me confundan con un geógrafo o un sociólogo o incluso con un ingeniero, antes que con un arquitecto).

Dicho así de golpe el proyecto suena bien, sin embargo tengo que puntualizar que el terreno que íbamos a analizar pertenecía a una industria petrolera que iba  a usar dicho espacio para “bodega” de desperdicios y substancias realmente peligrosas, de esas cuya fealdad no queremos conocer (difícil manejo, contaminantes, mortales, etc.) y que son exudaciones de nuestro frenético “estilo” de vida actual.

Salimos de la Ciudad de Reynosa

Me acompañaba un amigo arquitecto casi de mi misma edad.
Nuestra estancia en la Ciudad fue rutinaria y no merece grandes comentarios: conocer oficinas, instalarse en el hotel, buscar tiempo para conocer el centro histórico, etc.

No llevábamos auto propio por lo que nos agenciamos un taxi. El chofer un hombre viejo y abotagado, guerrero de mil batallas, pintoresco sin llegar a la vulgaridad. Su taxi grande, viejo y feo, re-parchado de adentro y fuera.

Fuimos a las instalaciones. Estábamos como a 210 km  de la Cd. El patio de maniobras era aproximadamente de 10 hectáreas (una hectárea es igual a un campo de futbol) que ya casi estaba bardeado del todo, aunque faltaba la mayor parte del muro frontal. Cercano a este primer conjunto ya se perfilaban otros lotes industriales, pues equipos y materiales (más bien desechos y escombros) se apilaban en redondo a lo largo de medio km.

Las instalaciones eran cuidadas por un hombre enjuto, correoso y solitario, de unos 20 o 22 años. Veracruzano, que buscando trabajo emigró y emigró hasta  llegar a estas futuras instalaciones.
Su vecino más cercano estaba a una distancia de entre 60 u 80 km y podían pasar 3 meses sin verlo, ahí también se encontraba el teléfono más cercano.

Sus condiciones eran tan estrujantes que se bebía sus propios orines para subsistir.
Hacía 2 días que había atrapado una especie de tlacuache, del cual se había comido todo: uñas, vísceras y sangre también. Cuando llegamos solo pudimos atestiguar la piel secándose al sol  (zalea).

Regreso a la Ciudad de Reynosa

Evaluamos las instalaciones (fue rápido) y nos pusimos en marcha de regreso. Era pasado el medio día.
El carro (el taxi que ya había vivido mil batallas) se sobrecalentó y se detuvo.

Atrás estaba el futuro parque industrial a unos 60 u 80 km, y por delante un mínimo de 100 km de desierto hasta la Cd. de Reynosa.

La carretera donde estábamos montados no iba a ningún lado (no conectaba con otro crucero ni conectaba con población alguna) y llegaría a ser usada con asiduidad hasta dentro de 1 año o año y medio.
No teníamos planos detallados de esa región, únicamente traíamos planos de cómo se iba a construir el almacén de desechos industriales. Así que no sabíamos si existían cerca personas que nos pudieran ayudar.

No se acostumbraban los teléfonos celulares, y de haberlos tenido no creo que hubieran sido de ayuda alguna. Tampoco cargábamos GPS (eran grandes e ineficientes) y para el caso no hubieran servido: “usted está perdido aquí”, hubiera dicho una sensual voz femenina electrónica.

En la Cd. de México esperaban noticias de nosotros hasta dentro de 3 días, y hubieran podido ser 4 sin dificultad alguna. En Reynosa nadie sabía de nosotros.

El Desierto de Reynosa

Nos rodeaba la NADA, física, palpable e irreductible (no esa nada o vacio abstracto llamado “Vacuidad” del Budismo del cual hablé en esta entrada: click aquí).

Todo la experiencia de mi vida completa quedaba anulada (aun lo más excelso, lo hermoso o reconfortante, así como las amistades, los parentescos, lo bueno y malo que hubiera hecho anteriormente, cualquier reflexión metafísica sobre la "inmortalidad del cangrejo", cualquier tipo de institución) nada de eso tenía significado ni utilidad.

Yo no tenía pensamientos ni emociones en particular a ese momento, pero sí PERCEPCIÓN (afortunadamente un par de años atrás me había encontrado el Budismo y sabía que el nombre técnico de ese estado mental era “samadhi”, o “unión”), veía sin hacer juicios:

  • Un ser que trataba de arreglar un amasijo de plásticos, metales y vidrios (que para el caso llamaremos automóvil).
  • Otro ser muy parecido al anterior, pero mucho más delgado y joven, atrapado en una red mental de pensamientos angustiosos.
  • Una prisión absoluta: la mazmorra perfecta, sin paredes ni puertas ni barrotes que se deterioraran u oxidaran, sin centinelas corruptibles. Una nada dividida en dos: tierra ocre y cielo azul luminoso despejado. Infinita. Que no puede ser vulnerada con nuestros sentimientos o pensamientos, ni siquiera la voluntad (aún cuando pudiéramos “llenarla” con nuestras obras, sería una victoria mínima pues AL FINAL, ella tragará todo en su seno pulverizándolo hasta su estado original).

Yo me encontraba abstraído, como si no estuviera ahí, pero no era un estado de ensoñación, por el contrario, todos los detalles eran perfectos. Paz.

Fue una sensación mesurada, casi elegante, diferente a otras “revelaciones” o “visiones” (esta última palabra me parece más correcta para agrupar estos fenómenos) que he tenido en mi vida.

Lo que aprendí imborrablemente

Vi la profundidad de lo que me rodeaba (que no se puede explicar mediante palabras), quedándome claro que no hay ningún “ser”, ni físico ni mental, ni espiritual o trascendental, ni adentro ni afuera.

SOLO LA MENTE CALLADA.

Pero ese estado se cayó, se vino abajo. Surgiendo el siguiente pensamiento:
“%&$#!*&, una hormiga tiene más posibilidades que yo: hace un hoyo y se mete bajo tierra, o se pone debajo de una hoja. Pero ¿Yo qué?”.

También me quedó clara, en ese momento y para siempre, la frivolidad con la que nos encanta envolvernos los seres humanos.

Dicha frivolidad a veces adquiere la forma de espacios (físicos y/o mentales) confortables, con tanta naturalidad que equiparamos:
  • “se siente rico físicamente = es bueno”,
  • “no exige que me esfuerce = es bueno”,
  • “colateralmente hundo a otros pero no a mí = es bueno”.

Y claro que hay de frivolidades a frivolidades, pero todas ellas quedaban reducidas a espuma ante LA NATURALEZA, esa señora-energía-estado a quien nuestras grandilocuentes ideas humanas no le hacen mella.

Lo único REAL fue aquel desierto, aquella nada. De hecho sigue ahí. (aunque para ser sinceros en este monumento me rodea también acá)

Así es. Con nuestras ciudades actuales, nuestra(s) casa(s), lugares de trabajo, de esparcimiento, de cultura y aprendizaje, o de vicio; debajo de todos y cada uno de ellos existe ese desierto físico. 
Y subyacente en el desierto, pero mucho más profundamente: La Nada, La Impermanencia, El Vacío, La Ausencia, el Esplendor Oscuro, La Más Alta Emoción de la Soledad Trascendental.

Huelga decir que escapamos con vida y bien. Pues el carro encendió y proseguimos.

El Naufragio

El Sabio Confucio (hace más de 2500 años) decía:
  • “Eres dueño únicamente de lo que no puedes perder en un naufragio”.
Ahora entiendo la profundidad de esta enseñanza y todo mi quehacer diario lo trato de pasar por el filtro de esta experiencia.

Gracias a ella creo que puedo distinguir entre lo valioso y lo que no lo es. Como no puedo platicarle a todos los seres que me rodean todo lo que ha sido leído hasta aquí, pues hay MUCHOS que NO me comprenden, pues siguen poniéndole su plena atención a cosas y circunstancias que serán pulverizadas con el siguiente gran naufragio que deba presentarse en su vida.

Estrictamente hablando no se requiere que quedes varado en un mar o montaña o desierto para entender el Vacío, pero… Ahhh¡ Cómo ayuda.
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